sábado, 13 de abril de 2013

Kanchanaburi


Llegamos a la estación de autobuses de Kanchanaburi con una resaca muy bonita, la noche anterior sentimos la necesidad de despedirnos de Bangkok como Dios manda, y eso hicimos. La primera impresión nos gusta mucho; calles anchas, alborotadas, con puestos de fruta y comida por todos lados, pero con un ambiente tranquilo, no hay ni rastro del jaleo ni del ruido de Bangkok. Hemos llegado a un pueblo sencillo, pero con vida. Mucha gente en la calle, comiendo, comprando, o simplemente paseando. De momento no hay ni rastro de turistas, eso es bueno.

Kanchanaburi se hizo un hueco en la historia "gracias" al trágico episodio de la construcción del ferrocarril de Bangkok a Rangún. Esta vía fue responsable de garantizar el aprovisionamiento del frente japonés en la India. Su construcción provocó la muerte de unas 125.000 personas. Prisioneros aliados y asiáticos se vieron obligados a trabajar en condiciones inhumanas en las montañas de la frontera entre Tailandia y Birmania. Visitando los museos y sufriendo en primera persona el calor inhumano que hace en medio de las montañas, uno se hace una pequeña idea de por lo que pasaron los prisioneros. Preguntarse cómo llega el ser humano a hacer estas cosas es inevitable.

Por otro lado, olvidándonos de la historia, noto la excitación de estar todavía en los primeros compases del viaje; el autobús local, la llegada a un sitio nuevo, lo diferente que me resulta todo... me gusta, todo este jaleo me gusta. Decidimos cruzar el pueblo andando de norte a sur (2km) para llegar a una calle alargada que va paralela al rio. Sin duda estamos en la zona turista. Las guest housesestán  pegadas al rio, y la mayoría tienen muy buena pinta, con pequeños espacios chill-out para echarse una siesta o leer tranquilamente con vistas al río. Al otro lado de la calle están los bares también de rollo tranquilo con muy buena pinta para tomarse allí una cerveza fría y charlar un rato. Nos instalamos en una guesthouse muy apetecible, (aunque varios días más tarde la cambiaríamos por una más barata) y nos vamos a tomar algo. Ya sabíamos que la belleza de Kanchanaburi no solo estaba en el pueblo y en sus gentes, pero también en la impresionante naturaleza que lo rodea. A día siguiente decidimos ir a ver las cataratas de Iowa. Alquilamos dos scooters y allí vamos.





Alquilar moto es sin duda la mejor forma de moverse por los alrededores. Muy barato, menos de 4€/día por moto, y te da una enorme libertad; paras donde quieras, te desvías por donde quieras y lo mejor es que se evitan los autobuses y grupos turísticos organizados, de los que tristemente Tailandia esta lleno. En moto llegamos al parque nacional de Iowa. Aunque lleno de turistas, merece la pena pasar ahí un día. El recorrido es un pequeño hike hasta arriba de la montaña y por el camino vas dejando atras cataratas, concretamente 7. Todas diferentes, y todas muy chulas. Un bañito por aquí, un saltito por acá, un poco de conversación... Así vamos subiendo hasta llegar al nacimiento de la catarata. Así pasamos el día, y volvemos otra vez hacia nuestro pequeño pueblo. En el camino de vuelta decidimos parar a comer en una "venta de carretera" tailandesa, que no es mas que un par de casas con 4 mesas fuera para sentarse. En seguida vemos que la comunicación no va a a ser fácil, y con más gestos que otra cosa conseguimos que nos pongan un buen plato de comida. Los platos los devoramos en 5 minutos y nos quedamos charlando con ellos un rato. Bueno, charlando o como se quiera llamar. Sin duda la experiencia es genial. Vemos de primera mano como viven esas gentes, como son sus casas y sus negocios. Estamos sentados al lado de ellos, interesados en todo lo que hacen o dicen. Ellos también tienen interés en nosotos, y así discurre un rato la tarde. Después de varios intentos fallidos para que nos enseñen los numeros en Tailandés decidimos poner rumbo a casa. Esa fue la primera muestra que tuvimos de lo bueno y amables que son los tailandeses, por supuesto vendrían más. 
Llegamos a Kanchanaburi y nos vamos a cenar al centro. Una de las cosas que más nos gustan es la facilidad con la que podemos evadir los bares y restaurantes turísticos y adentrarnos en el verdadero Kanchanaburi. Un paseo de 10 minutos y estamos en medio del pueblo sentados en mesas y sillas de plastico, rodeados de Tailandeses y esperando nuestra comida, que viene del puesto de al lado. Todo el mundo come en la calle, y se come a todas horas, por lo que el pequeño pueblo siempre tiene ambiente. Nos tomamos las primeras cervezas en un bar de por ahí y las segundas, terceras, cuartas en nuestra zona. El ambiente viajero es genial, ya sea de una mesa u otra siempre viene alguna historia interesante de no se que país o no se que isla de no se que mundo. Después de un par dervezas las mesas se van agrandando, aqui todo el mundo es bienvenido a unirse a los grupos y compartir experiencias. Y así transcurre la noche, viajeros, historietas y mucha Chang.

Pasamos varios días en Kanchanaburi, visitando los alrededores con nuestra scooter, paseando por el pueblo, descansando. Sin duda el sitio nos ha encantado. Hemos conocido a gente super interesante, nos hemos adentrado de lleno en el mundo del mochilero y sin duda el listón esta alto. Siguiente parada: Ayuttaya.

viernes, 12 de abril de 2013

Bangkok


Después de infinitas horas de avión estamos a punto de aterrizar en Bangkok. Como me suele pasar normalmente, es sólo entonces cuando empiezo a sentir ese gusanillo por la barriga, mezcla de nervios y excitación que ya se ha convertido en viejo conocido, y me gusta. No sé que esperarme de Bangkok, tanto se habla y se escribe sobre esta ciudad que he decidido no esperarme nada, que sea lo que Dios quiera. Aterrizamos. Que empiece el show.

Desde la ventanilla del taxi que nos lleva desde el aeropuerto a la ciudad se ve como Bangkok está rodeada por una nube gigante de contaminación. El aire es espeso y el cielo semi grisaceo, aunque el sol brilla. El taxi nos deja en medio de la zona de mochileros; 3 calles con un mercado casi 24 horas donde se puede comprar casi de todo. Nada mas bajarse uno del taxi se da cuenta que Bangkok es una ciudad para los sentidos. Hay ruido constantemente; del trafico, del pito de los coches, de los mercados, de los tuk tuk (moto-taxi) que te intentan vender de todo, y con de todo quiero decir DE TODO. El olor es también un constante intruso. Los olores te invaden la nariz, unas veces es bueno, otras no tanto, pero siempre huele a algo. Y por supuesto la vista, nada de lo que me rodeaba lo podía  relacionar con algo conocido. Todo era nuevo. Nuevo me gusta.

Llegamos por la mañana, y nada mas dejar las mochilas nos ponemos a funcionar, nos enteramos de que hemos llegado en día festivo, y visitar los templos es gratis. Somos españoles, y nos han dicho gratis. En 20 segundos estamos montados en un tuk-tuk con la intención de ver todos los templos de Bangkok. Curiosa historia la del tuk tuk también. Un policía local que estaba fuera de servicio nos comentó que los tuk tuk que tenían dos banderas detrás eran "oficiales" y que por 40 baths (1€) nos llevaría donde quisiéramos (uno normal podría costar entre 80-150 baths). Después de 3 horas y unos 4 millones de templos según mis cuentas, cogemos rumbo hacia el último templo del día... o para algunos del mes, y al salir resulta que nuestro conductor, al que le habíamos hecho dar mil vueltas y que para colmo le habíamos regateado 10 míseros baths, no aparecía. No había manera de encontrarlo, nos caía bien y no le habíamos pagado. Así que allí estábamos, 4 españoles buscando al conductor de un tuk tuk para pagarle. Si nos ve Rajoy le da un infarto.

Pasamos un par de días por ahí, sin adentrarnos mucho en la gran ciudad. No nos apetecía jaleo y la resaca tampoco nos permitía planear ni hacer muchas cosas de todas formas. Así que sin más, al amanecer del cuarto día nos vamos.

Bangkok es como me esperaba, es decir, nada que me interese demasiado. Una cuidad enorme, donde lo que se ve es el resultado de un desarrollo descontrolado sin importar el cómo ni el por qué y donde cualquiera puede conseguir lo que sea, moral aparte. Aunque la ciudad parece contraria a la mayoría de mis valores, sin duda Bangkok es una ciudad interesante y con mucho que ver, pero para conocerla bien se requiere tiempo y ganas, y nosotros no tenemos ni lo uno ni lo otro.

Cogemos rumbo a Kanchanaburi, un pueblecito pequeño al oeste de Bangkok conocido por su historia, su atmósfera tranquila y la naturaleza preciosa que lo rodea.