lunes, 13 de mayo de 2013

Mae Hong Son Loop


A través de la pagina web couchsurfing.com, una red social donde viajeros buscan y/o ofrecen alojamiento gratis, nos ponemos en contacto con Jan, una chica majísima que nos acoge en su casa unos días. Cuando llegamos a la casa no nos lo creemos, es perfecta. Un chalet de dos pisos dentro de una urbanización de clase alta. La casa es para ella sola, y allí estamos instalados con todos los juguetes; sofás ultracomodos, televisión de 40 pulgadas, internet, cocina y baños impecables. Después de casi un mes durmiendo por dos duros en cualquier lado que nos den un techo, esto es el paraíso. Allí también conocemos a Mark, que como nosotros, había conocido a Jan por medio de esta red social tan útil para viajeros. Aunque todo es perfecto, al final sólo estamos dos noches. Resulta que la madrugada de la segunda noche el ex novio de Jan se había pasado por la casa, había visto nuestra scooter aparcada y quería explicaciones pero ella se había negado a dejarle pasar. Así que entre todos decidimos que lo mejor es que nos vayamos de allí, dos días son mejor que nada y han sido suficientes para estar tirado en el sofá, ver pelis, cocinar una tortilla de patatas y sentirnos como en casa.

Habíamos oído hablar de un loop para hacer en moto por el norte de la provincia, al parecer las vistas y la carretera son preciosas, y es una estupenda forma de conocer el auténtico norte de Tailandia y alejarnos de los turistas y sus cámaras. Así que aprovechamos la coyuntura, le pedimos a Jan si podemos dejar allí las mochilas, nos deshacemos de la mierda de moto con la que nos movemos y la cambiamos por una moto decente y cómoda para el viaje. La primera parada es Mae Sariang, y ahí vivimos una de las mejores experiencias del viaje hasta ahora.

Mae Sariang es un pueblecito pequeño pegado a la frontera con Birmania, está rodeado de varios parques nacionales y la oferta de trekkings es muy amplia por lo que su popularidad esta creciendo rápidamente entre los viajeros. Como viene siendo una constante en el viaje, pasamos de agencias y trekkings organizados y preguntando por ahí decidimos ir al parque nacional de Salawin. En un mapa vemos que hay unos 40 kilómetros para llegar al río que hace de frontera con Birmania, no sabemos muy bien cuántos se podrán hacer en la moto, pero sólo hay una manera de averiguarlo. Recorremos unos 20 kilómetros por un camino de tierra, cruzando riachuelos y atravesando badenes para llegar a una casa en medio de la montaña donde nos dicen que en moto en imposible seguir, y que si queremos llegar al río andando estamos locos. Sólo tenemos algo mas de medio litro de agua para los dos, pero la zona tiene una pintaza, así que decidimos andar un par de horas, hasta que nos cansemos. El "hasta que nos cansemos" acaba siendo andar los 20 kilómetros que quedan hasta el rio, con un sol de justicia y mendigando agua y té por las escasas chabolas que nos encontramos por el camino. Aunque el camino fue durísimo, fue muy gratificante ver a la gente que vivía por ahí, familias pescando, niños llevando agua o pastoreando el ganado, y la generosidad a la hora de darnos agua fue total. Después de 4 horas llegamos a lo que parece un pueblo, intuimos que habíamos llegado a nuestro destino, o estábamos cerca, y allí nos topamos con una pequeña escuela. Nunca olvidaremos como nos acogieron. Nos dieron infinitos litros de agua, comida y alojamiento. Pero no fue la cantidad lo que nos impactó sino el cómo. Se notaba que lo hacían tremendamente agusto y sin ningún tipo de reservas. Pasamos el resto del día con ellos y con algunos de los niños, paseando por ahí, cocinando, charlando... Con las primeras luces del día, y después de un desayuno para campeones, emprendemos el camino de vuelta llenos de enregía, con los corazones ablandados por tanta bondad y las mochilas llenas de agua. Así si. El camino de vuelta es una gozada, ni rastro del sufrimiento de la ida, ahora todo es gozo y alegría, no solo por los sitios preciosos por los que íbamos paseando, sino por la gran experiencia que acabábamos de vivir.

El resto del loop también fue estupendo. Pasamos por Mae Hong Son, donde disfrutamos de unas cervezas y unas risas al lado del lago y seguimos camino para Pai, que era nuestra última parada antes de llegar a Chiang Mai. Los viajes en moto fueron una gozada, la moto iba muy bien y la carretera, como nos habían prometido, es preciosa. Es preciosa hasta que nos pegamos un porrazo y deja de serlo. Había empezado a llover y bajando una de las muchas montañas, en una curva cerrada, la moto resbala y sale disparada contra el guardabarros de la carretera y nosotros detrás de ella. Yo solo me hago un rasguño en la cadera, pero Alvaro sale pero parado, con pie, codo y rodilla raspados. La herida de la rodilla es follonera y le durará varias semanas, pero por suerte no ha pasado nada grave, la moto arranca, nosotros estamos bien y seguimos rumbo a Pai. En Pai hay una gran comunidad hippie, y aunque ahora es muy turístico, sigue conservando esa esencia y atmósfera de paz y tranquilidad que traen los hippies. Allí nos quedamos dos días y conocemos a Carlos, un asturiano que está dando la vuelta al mundo y lleva tres años y medio de "camino" como él lo llama. Aprendimos mucho de él y de sus viajes, e historias tiene para rato, algunas de ellas impresionantes; a escapado de mafiosos en Camboya o vivido con tribus en el amazonas. Sin duda fue genial conocerlo y espero que nuestros "caminos" se vuelvan a encontrar.

Después de un par de días en Pai volvemos a Chiang Mai. Jan se ha ido a Bangkok, ¡pero nos ha dejado las llaves de su casa y nos ha dicho que nos podemos quedar el tiempo que queramos! Así que nuestros últimos días en Tailandia los pasamos en un chalet cojonudo para nosotros solos viviendo como reyes. Se va a cumplir un mes desde que empezamos el viaje y mi cuerpo solo me pide más. Siguiente destino: Laos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario