viernes, 24 de mayo de 2013

Luang Prabang


Luang Prabang es una de esas ciudades que si uno va a Laos, tiene que visitar casi por obligación. Es pequeña (52.466 habitantes), muy manejable y tiene un encanto propio difícil de describir, es una ciudad camuflada; tiene todas las comodidades que encuentras en cualquier otra ciudad grande, ruidosa y agobiante, pero sin ser ninguna de estas cosas. Todo lo contrario, Luang Prabang no deja de lado la atmósfera de tranquilidad tan característica de Laos, la gente es amable y el tiempo pasa despacio. A esto hay que añadirle el toque romántico que le dan los edificios franceses más su estupendo emplazamiento entre el río Mekong y el Nam Khan, que la hacen una ciudad con una esencia especial, muy diferente a todas las demás ciudades del sudeste asiático que hemos visitado.

Nos levantábamos y a lo largo de la mañana nos íbamos encontrando todos en la plaza que había entre las 3 guest houses donde nos alojábamos, allí se cocinaban los planes para el día. A veces todos juntos (los 15), otras separados, dependiendo de gustos y ganas, íbamos a un sitio o a otro. Visita obligada es a las cataratas de Tat Kuang Si, donde el grupo entero hizo una excursión y lo pasamos de maravilla. El sitio es precioso, la cascada tienes varios niveles y se precipita por la roca formando preciosas pozas de tonos verdes. Es un "must see" y un sitio perfecto para relajarse y escapar del calor. A esto hay que añadirle el hecho de que fuimos un grupo grande de amigos, con un rollo cojonudo y eso hizo que el día fuese inmejorable. Normalmente después de hacer algo de provecho durante el día, las tardes las dedicábamos a pasear por el mercado, tomar batidos de mango, o simplemente sentarnos en la terraza de algun bar a disfrutar del precioso atardecer con vistas al mekong. Por la noche solíamos ir a Utopia a tomar algo. Una de esas noches nos encontramos con Bass y Linsy, los holandeses que conocimos en la granja orgánica. ¡Que alegría más grande verlos! Pasamos la noche poniendonos al día sobre nuestros viajes y echándonos unas risas recordando "viejos tiempos". Y así más o menos fluía la rutina en Luang Prabang, hasta que poco a poco, tras 4 o 5 días, la gente iba siguiendo su camino.

Alvaro y yo teníamos pensado hacer una pequeña excursion al norte, a Nong Khiaw y Muang Ngoi. Carlos, el asturiano que conocimos en Pai, nos lo recomendó encarecidamente como uno de sus sitios favoritos en Laos. A Nong Khiaw se llega en autobús desde Luang Prabang, y a Muang Ngoi se llega con una barca pequeña (10-12 personas máximo) desde Nong Khiaw (el viaje en barca es comparable o mejor al slow boat que nos llevó a Luang Prabang). Al parecer son dos pueblecitos con un enclave idílico, pocos turistas y una gran ocasión de meterse en el Laos profundo. Es justo lo que buscamos. Para este pequeño periplo se nos han unido Teo, Sebastiano, Daphne y Guille. Habíamos hecho muchas migas con ellos en Luang Prabang y tras comentarles el plan, no se lo piensan dos veces y se unen a la expedición.

Guille es un Argentino de 24 años que vive al lado de Buenos Aires, viaja solo, con su guitarra, y es un tio genial, nunca una mal gesto, nunca una palabra negativa. Su viaje era de dos meses y se notaba que los estaba disfrutando al máximo, y esa alegría se contagiaba al grupo constantemente. Daphne es belga, tiene un rollo hippie genial, su lema es "follow your heart" y eso es lo que ella hacía. Aunque era la única chica del grupo, es una de esas chicas con la que te irías a cualquier lado, muy graciosa, muy sencilla, muy ella misma. Es difícil encontrar gente sencilla hoy en día, y yo no puedo estar más de acuerdo con Da Vinci cuando dijo: "la sencillez es la máxima sofisticacion". También nos acompañaba Sebastiano, un personaje y un crack a la vez. Es italiano y anarquista, antes de ir al sudeste asiatico estuvo dos años en Australia y uno de ellos en Tazmania. De primeras, al ver su tatuaje anarquista pensé: "buah! cuidado con el yonki este". Viajar te enseña a no juzgar a la gente, conoces a tantísimas personas todos los días, que esa verdad sencillamente cae por su propio peso. Seba es un gran enamorado de la naturaleza y de la tranquildad que esta inspira. Simplemente no cree en el sistema en el que vivimos (como muchos otros) y tiene el valor de vivir su vida acorde a sus ideologías; es vegetariano (por el maltrato que la industria alimenticia infringe a los animales constantemente) y no consume productos de grandes corporaciones, véase Cocacola. Según esta descripción Seba puede parecer un poco raro comparado con un occidental estándar, pero lo unico que tiene de raro es que tiene la valentía de vivir acorde a sus ideales, todos ellos pensados y explicados a lo largo del viaje con una lógica aplastante. A parte de esto el tío es un trozo de pan, quizás un poco tímido al principio, lo comparte absolutamente todo, es educado y con un corazon enorme, viajar con él ha sido uno de los grandes placeres de este viaje. Y por último Teo, un Coreano de 23 años. Lleva 6 meses viajando, estuvo 4 años en el ejercito, dos de ellos trabajando, ahora no quiere saber nada de ejércitos ni de reglas estrictas y esta viajando por tiempo indefinido. Es muy inteligente y con un gran sentido común. Pero lo que de verdad le caracteriza es que todo el mundo le quiere, en dos días se ha ganado el cariño incondicional de quienes lo conocen. Cuando lo conocimos le costaba hablar ingles, y a mi me costó entender qué era lo que inspiraba ese cariño que le tenia la gente si casi no hablaba. Después de un tiempo llegué a la conclusión de que al fin y al cabo, las personas se definen por sus acciones, no por sus palabras. Somos lo que hacemos, no lo que decimos, y eso lo que hacía tan especial a Teo, su forma de ser; es tranquilo, calmado, feliz, anda con unos aires despreocupados que me fascinan, como si fuese intocable, como si tuviese un aura a su alrededor que lo protege, es generoso y muy atento con los demás... Una noche, sentados en Utopia el grupo entero, hablábamos de Luang Prabang, alguien le preguntó si le gustaba, y con esa naturalidad tan característica suya dijo: "I like it a lot because we are all together". Y ese es Teo.

Después de 4 días con un grupo de gente estupendo, Guille, Daphne, Seba, Teo, Alvaro y yo cogemos rumbo norte hacia Nong Khiaw y Muang Ngoi siguiendo los pasos y la recomendación de nuestro amigo Carlos.






jueves, 16 de mayo de 2013

Slow boat a Luang Prabang


Después de 3 días descansando en casa de Jan ya estoy deseando llegar a Laos, al parecer no tiene nada que ver con Tailandia, lo que nos espera es menos desarrollo, la atmósfera es tranquila y la naturaleza promete ser impresionante. Me pregunto si todo esto estará correlacionado, probablemente si. Sin duda será diferente a Tailandia, y aunque la dejo con la sensación de que la gente es muy buena y ha sido una gran introducción al viaje que acabamos de empezar, definitivamente no es lo que estoy buscando; esta muy desarrollado, hay turistas por todas partes y es complicado llegar a la Tailandia profunda, la que todavía conserva sus raíces. 

Cogemos un autobús desde Chiang Mai (que no tiene nada que envidiar a los autobuses europeos) para llegar al paso fronterizo de Chiang Khong-Huay Xai, y durante el camino una de las cosas que me vienen a la mente son los cosméticos que se venden en Tailandia; la gran mayoría anuncian sus efectos blanqueadores de piel, todo lo contrario que en occidente, donde somos más blancos y lo que nos ofrecen es ser más morenos. Sin duda es algo que da que pensar. ¿Acaso es cierto que queremos lo que no tenemos? ¿Será esta la naturaleza del ser humano? Creo que si, y también creo que las grandes corporaciones, sabiendo esto, utilizan sus enormes campañas de marketing para incrementar ese sentimiento y empujar las ventas de productos que en realidad nadie necesita.

El consuelo es que en cuestión de horas estaremos en Laos, la antítesis de Tailandia, que lleva años peleando contra los deseos de sus vecinos tailandeses y chinos de construir vías de tren que atraviesen sus ciudades para crear redes comerciales y emprender el camino al desarrollo. Hasta hace poco lo habían conseguido, pero poco a poco estan perdiendo la batalla. Para más inri cada vez llegan más turistas. Que horrible industria esta del turismo, que convierte el mundo en un Disneyland gigante donde a nadie le importa la cultura o las tradiciones de cada país y sólo les interesa montarse en su autobús, llevarse el souvenir de rigor a casa y hacer fotos de las riquezas naturales de estos países (normalmente menos desarrollados) como si fuesen maravillas de un mundo ajeno al nuestro.

En Huay Xai cogemos el "slow boat" que nos lleva en un viaje de dos días a través del Mekong a Luang Prabang, una manera perfecta de empezar a meterse en el ritmo de vida laosiano. El barco está casi lleno de viajeros, y las estupendas vistas de Laos a un lado y Tailandia al otro hacen que el ambiente sea tranquilo y relajado. Pasan las horas y empezamos a ver a familias haciendo sus quehaceres en el río mientras los niños corretean desnudos por la orilla. Al vernos nos gritan a lo lejos: "¡sabaidi! ,sabaidi!, mientras saludan con la mano y con una sonrisa de oreja a oreja. Sabaidi es hola en Laos, y no hay viajero que no lo sepa, pues no hay niño en Laos que no salude. Parecen saber que acabamos de llegar y nos dan la bienvenida. 
suerte




El segundo día Alvaro y yo nos sentamos en la parte de atrás del barco, donde conocemos a Sebastiano y a Daphne. En ese instante no lo sabíamos pero con el tiempo se convertirían no sólo en compañeros de viaje sino en amigos inolvidables. Aunque el espacio allí atrás es pequeño, no para de pasar gente por nuestra pequeña zona vip, normalmente para echarse un piti...dos, charlar un rato...unos se quedan más, otros menos, pero normalmente lo suficiente para entablar un poco de conversación; ¿hacia dónde vas? ¿cuánto tiempo viajas? y ese tipo de cosas. El ambiente del mochilero me encanta, por lo general los viajeros con los que nos cruzamos son muy buena gente, casi siempre con algo en común y con una historia interesante que contar. Y como me decía Jeff, un holandés que años antes había hecho un viaje parecido de 8 meses, pero que ahora comentaba con desilusión que sólo podía viajar un mes: "Javi is there anything better than this? this boat, this views, this nice people...". La respuesta para mi estaba clara.

                                     

Al final del día habíamos formado un grupo de gente joven estupenda y cuando llegamos a Luang Prabang decidimos ir todos a buscar alojamiento juntos. La empresa iba a ser difícil, pues éramos muchos (unos15), pero con un poco de paciencia y un golpe de
encontramos 3 guest houses donde nos pueden acomodar a todos. Las tres están pegadas y tienen un pequeño patio central perfecto como punto de encuentro. Ya estamos instalados y Luang Prabang, una de las joyas de Asia, nos espera.

lunes, 13 de mayo de 2013

Mae Hong Son Loop


A través de la pagina web couchsurfing.com, una red social donde viajeros buscan y/o ofrecen alojamiento gratis, nos ponemos en contacto con Jan, una chica majísima que nos acoge en su casa unos días. Cuando llegamos a la casa no nos lo creemos, es perfecta. Un chalet de dos pisos dentro de una urbanización de clase alta. La casa es para ella sola, y allí estamos instalados con todos los juguetes; sofás ultracomodos, televisión de 40 pulgadas, internet, cocina y baños impecables. Después de casi un mes durmiendo por dos duros en cualquier lado que nos den un techo, esto es el paraíso. Allí también conocemos a Mark, que como nosotros, había conocido a Jan por medio de esta red social tan útil para viajeros. Aunque todo es perfecto, al final sólo estamos dos noches. Resulta que la madrugada de la segunda noche el ex novio de Jan se había pasado por la casa, había visto nuestra scooter aparcada y quería explicaciones pero ella se había negado a dejarle pasar. Así que entre todos decidimos que lo mejor es que nos vayamos de allí, dos días son mejor que nada y han sido suficientes para estar tirado en el sofá, ver pelis, cocinar una tortilla de patatas y sentirnos como en casa.

Habíamos oído hablar de un loop para hacer en moto por el norte de la provincia, al parecer las vistas y la carretera son preciosas, y es una estupenda forma de conocer el auténtico norte de Tailandia y alejarnos de los turistas y sus cámaras. Así que aprovechamos la coyuntura, le pedimos a Jan si podemos dejar allí las mochilas, nos deshacemos de la mierda de moto con la que nos movemos y la cambiamos por una moto decente y cómoda para el viaje. La primera parada es Mae Sariang, y ahí vivimos una de las mejores experiencias del viaje hasta ahora.

Mae Sariang es un pueblecito pequeño pegado a la frontera con Birmania, está rodeado de varios parques nacionales y la oferta de trekkings es muy amplia por lo que su popularidad esta creciendo rápidamente entre los viajeros. Como viene siendo una constante en el viaje, pasamos de agencias y trekkings organizados y preguntando por ahí decidimos ir al parque nacional de Salawin. En un mapa vemos que hay unos 40 kilómetros para llegar al río que hace de frontera con Birmania, no sabemos muy bien cuántos se podrán hacer en la moto, pero sólo hay una manera de averiguarlo. Recorremos unos 20 kilómetros por un camino de tierra, cruzando riachuelos y atravesando badenes para llegar a una casa en medio de la montaña donde nos dicen que en moto en imposible seguir, y que si queremos llegar al río andando estamos locos. Sólo tenemos algo mas de medio litro de agua para los dos, pero la zona tiene una pintaza, así que decidimos andar un par de horas, hasta que nos cansemos. El "hasta que nos cansemos" acaba siendo andar los 20 kilómetros que quedan hasta el rio, con un sol de justicia y mendigando agua y té por las escasas chabolas que nos encontramos por el camino. Aunque el camino fue durísimo, fue muy gratificante ver a la gente que vivía por ahí, familias pescando, niños llevando agua o pastoreando el ganado, y la generosidad a la hora de darnos agua fue total. Después de 4 horas llegamos a lo que parece un pueblo, intuimos que habíamos llegado a nuestro destino, o estábamos cerca, y allí nos topamos con una pequeña escuela. Nunca olvidaremos como nos acogieron. Nos dieron infinitos litros de agua, comida y alojamiento. Pero no fue la cantidad lo que nos impactó sino el cómo. Se notaba que lo hacían tremendamente agusto y sin ningún tipo de reservas. Pasamos el resto del día con ellos y con algunos de los niños, paseando por ahí, cocinando, charlando... Con las primeras luces del día, y después de un desayuno para campeones, emprendemos el camino de vuelta llenos de enregía, con los corazones ablandados por tanta bondad y las mochilas llenas de agua. Así si. El camino de vuelta es una gozada, ni rastro del sufrimiento de la ida, ahora todo es gozo y alegría, no solo por los sitios preciosos por los que íbamos paseando, sino por la gran experiencia que acabábamos de vivir.

El resto del loop también fue estupendo. Pasamos por Mae Hong Son, donde disfrutamos de unas cervezas y unas risas al lado del lago y seguimos camino para Pai, que era nuestra última parada antes de llegar a Chiang Mai. Los viajes en moto fueron una gozada, la moto iba muy bien y la carretera, como nos habían prometido, es preciosa. Es preciosa hasta que nos pegamos un porrazo y deja de serlo. Había empezado a llover y bajando una de las muchas montañas, en una curva cerrada, la moto resbala y sale disparada contra el guardabarros de la carretera y nosotros detrás de ella. Yo solo me hago un rasguño en la cadera, pero Alvaro sale pero parado, con pie, codo y rodilla raspados. La herida de la rodilla es follonera y le durará varias semanas, pero por suerte no ha pasado nada grave, la moto arranca, nosotros estamos bien y seguimos rumbo a Pai. En Pai hay una gran comunidad hippie, y aunque ahora es muy turístico, sigue conservando esa esencia y atmósfera de paz y tranquilidad que traen los hippies. Allí nos quedamos dos días y conocemos a Carlos, un asturiano que está dando la vuelta al mundo y lleva tres años y medio de "camino" como él lo llama. Aprendimos mucho de él y de sus viajes, e historias tiene para rato, algunas de ellas impresionantes; a escapado de mafiosos en Camboya o vivido con tribus en el amazonas. Sin duda fue genial conocerlo y espero que nuestros "caminos" se vuelvan a encontrar.

Después de un par de días en Pai volvemos a Chiang Mai. Jan se ha ido a Bangkok, ¡pero nos ha dejado las llaves de su casa y nos ha dicho que nos podemos quedar el tiempo que queramos! Así que nuestros últimos días en Tailandia los pasamos en un chalet cojonudo para nosotros solos viviendo como reyes. Se va a cumplir un mes desde que empezamos el viaje y mi cuerpo solo me pide más. Siguiente destino: Laos.





domingo, 12 de mayo de 2013

Chiang Mai


La primera impresión de Chiang Mai es muy buena. La ciudad esta llena de vida y movimiento; templos, mercados, bares, restaurantes, centros comerciales... pero no llega a ser incomoda, de una forma u otra el aspecto y la atmósfera son tranquilos y agradables. Pero de momento no tenemos mucho tiempo para explorarla. Al día siguiente cogemos rumbo hacia "Mindful Farm".

Nos montamos en una camioneta, donde conoceos a los que iban a ser nuestros compañeros de aventura. Lorcel: una chica de Chipre muy alternativa que viajaba con su hijo de 9 años. Bass y su amiga Linsy: unos holandeses de unos treinta y pocos que se habían conocido durante sus respectivos viajes y ahora estaban de parejeo viajando juntos. Y dos Españoles (bueno, ellos dirían que Catalanes, yo todavía no sé la diferencia) Agustin y Ana: dos auténticos cracks que nos cayeron de lujo desde el minuto uno. Con este grupo tan variopinto llegamos a Minful Farm; una granja orgánica situada en un pequeño y precioso valle rodeado de montañas verdes de principio a fin. La granja la dirige Pinant, un antiguo monje budista. Su historia también es peculiar. Vivió 25 años en un monasterio hasta que se enamoró de su actual mujer, se compró un trozo de tierra en medio de las montañas del norte de Tailandia y construyó allí su granja orgánica. Se dio cuenta del auge de backpackers que viajaban a Tailandia buscando ese tipo de experiencias, y pensó que podrían echarle una mano con su proyecto mientras él les ofrecía alojamiento, comida, y un estilo de vida sencillo rodeados de increible naturaleza. Acertó de lleno. Su granja tiene una pinta estupenda y dice que la demanda de sus productos no deja de aumentar.




Sin embargo a nosotros nos lleva a la granja de su amigo Mr. Sao, que está aun más metida en las montañas y en sus primeras fases de desarrollo, allí solo hay un par de casetas de bambú para dormir, otra que hace las veces de cocina, tiendas de campaña y más montañas. Nuestro trabajo será ayudar a que eso se convierta en una granja; ayudaremos a construir casetas de bambú y prepararemos la tierra par que se empiece a plantar. Así que eso es lo que hacemos durante los siguientes 5 días. Nos despertamos al amanecer con música de monjes rezando, que la verdad, me gustaba, desayunamos, (la comida que comeremos es vegetariana, mucho arroz y guisos de verduras) y antes de que pegue fuerte el sol nos ponemos a trabajar; preparamos la tierra o ayudamos a construir las casetas de bambú. Esto último lo hacíamos bajo la dirección de un par de amigos de Mr. y Mrs. Sao. No hablaban una palabra de ingles pero nos cayeron genial, siempre estaban intentando comunicarse e interactuar, se notaba que tenían infinita bondad, nos tocaban amablemente, siempre siempre tenían una sonrisa en la cara y se fumaban unos puros de no se que hierbas de un tamaño muy considerable. Paramos sobre las 11 para comer y luego estábamos por ahí leyendo o descansando. Por las tardes íbamos más a nuestro rollo, cuando bajaba el sol trabajábamos un poco y luego nos ibamos por ahí a darnos un baño en una catarata cercana, o hacer hiking, a pescar, o simplemente a dar un paseo y disfrutar del sitio donde estábamos. Por las noches nos sentábamos al rededor del fuego, que Mrs. Sao preparaba y manejaba estupendamente. El equipo lo formabamos la gente que conocimos en la camioneta de camino a la granja, dos alemanes que ya estaban allí cuando llegamos, Mr. y Mrs Sao, y nosotros. A veces también se unían nuestros amigos que estaban construyendo las casetas. Y allí estábamos encantados, sentados al rededor del fuego, con gente tan diferente y tan buena, compartiendo historias, tocando la guitarra y charlando, bebiendo te y comiendo bananas cocinadas al fuego.


La experiencia fue una pasada. Disfruté enormemente aprendiendo del estilo de vida de estas gentes; sencillo, tranquilo y con un gran conocimiento y respeto por la naturaleza. Y lo pasamos de lujo, no sólo por las actividades que hacíamos o el sitio donde estábamos, sino también por la gente. Creo que viajando aprendes que lo más importante es la gente con la que compartes estas experiencias, y nosotros habíamos montado un grupo cojonudo.

Después de 5 días volvemos a Chiang Mai, estamos ahí varios días más y conocemos a Fito y su novia Lorena, dos malagueños que habían alquilado ahí una casa. También conocemos a Juanma, que había ido a visitarlos y hacemos grupo con ellos. A parte de que nos caen de lujo los 3, siempre es una ventaja estar por ahí con alguien que conoce la ciudad. Pasamos otros 3 o 4 días con ellos, saliendo, entrando, de arriba abajo... subimos el pico mas alto de Tailandia, nos perdimos por la montaña en busca de opio (que nunca encontramos), vimos tigres en el Tiger Kindom gratis (es increíble lo que consigue uno a veces sólo preguntando)... Finalmente Pereda y Chongu ponen rumbo a Camboya (su viaje es sólo de un mes y el tiempo nos obliga a separarnos), y Alvaro y yo nos vamos a casa de Jan, una chica tailandesa que conocemos por medio de couchsurfing y que nos deja su casa varios días, en teoría...



sábado, 4 de mayo de 2013

Ayutthaya

Después de un viaje en autobús...digamos interesante, llegamos a Ayuttaya, antigua capital de Tailandia. Llego a ser un país independiente pero acabo siendo saqueada por los Birmanos y otros pueblos y un montón de impresionantes templos en ruinas dan hoy fé de su historia.

En la primera noche, tomando unas cervezas en la terraza de un bar cercano a nuestra guest house, conocemos a Javi y a su mujer Sierra. Su historia es peculiar. El es frances y ella americana, se conocieron en España y entre ellos hablan español. Resulta que Javi es artista y pintó el skate park de Cartagena, y Sierra estuvo viviendo en Northampton (MA) hasta los 14 años. ¡Muchas casualidades! Estaban de luna de miel, pero vivian en China. Estuvimos compartiendo historias hasta bien entrada la madrugada. Hablamos de todo; politica, religion, USA, China... sin duda una pareja muy graciosa e interesante. Al fin y al cabo esta es una de las razones por las que uno hace un viaje como este; conocer gente con historias, vidas e ideas diferentes.

Al día siguiente nos ponemos a funcionar temprano y a visitar la ciudad. Los templos son una pasada, muy distintos a todo lo que yo conocía y dan una idea del esplendor de aquellos pueblos. Por la noche cogemos un tren que nos cruzara todo el norte hasta Chiang Mai.

El tren dura 13 horas, en teoría, y como viajamos pelaos de pasta (solemos invertir gran parte del presupuesto en birra, obviamente) hemos cogido sitios en 3a clase, es decir, asientos de madera. Cargados de provisiones nos ponemos en marcha. Después de un poco de conversación, pictionary y unas risas, Jesús y yo nos ponemos a idear un plan para dormir en camas. Un lado del tren esta bloqueado, y el éxito del plan pasa por atravesar la cabina del jefe del tren y convencerlo de que tenemos que pasar al otro lado sin tíquets. El desarrollo del plan no tiene desperdicio. Después de un par de malas contestaciones y probablemente amenazas de muerte en tailandés, no sabemos muy bien cómo, terminamos compartiendo un café en un vagón que parecía sacado de las segunda guerra mundial con el que resultó ser un super amable caballero. Y por la forma en la que nos miraba, diríamos que no había compartido muchos cafés con extranjeros antes.

Mal dormimos en nuestros asientos (el jefe resulto ser incorrompible) y despertamos con los primeros rayos de sol. Las vistas eran impresionantes, arrozales por todos lados que terminaban en grandes montañas al fondo y todo bañado por esa neblina poco espesa típica del amanecer. Dormimos un rato más y nos despierta el jaleo que traen los vendedores ambulantes, que se suben en las paradas y ofrecen todo tipo de comida. Finalmente, después de 15 horas de tren estamos a Chiang Mai.









sábado, 13 de abril de 2013

Kanchanaburi


Llegamos a la estación de autobuses de Kanchanaburi con una resaca muy bonita, la noche anterior sentimos la necesidad de despedirnos de Bangkok como Dios manda, y eso hicimos. La primera impresión nos gusta mucho; calles anchas, alborotadas, con puestos de fruta y comida por todos lados, pero con un ambiente tranquilo, no hay ni rastro del jaleo ni del ruido de Bangkok. Hemos llegado a un pueblo sencillo, pero con vida. Mucha gente en la calle, comiendo, comprando, o simplemente paseando. De momento no hay ni rastro de turistas, eso es bueno.

Kanchanaburi se hizo un hueco en la historia "gracias" al trágico episodio de la construcción del ferrocarril de Bangkok a Rangún. Esta vía fue responsable de garantizar el aprovisionamiento del frente japonés en la India. Su construcción provocó la muerte de unas 125.000 personas. Prisioneros aliados y asiáticos se vieron obligados a trabajar en condiciones inhumanas en las montañas de la frontera entre Tailandia y Birmania. Visitando los museos y sufriendo en primera persona el calor inhumano que hace en medio de las montañas, uno se hace una pequeña idea de por lo que pasaron los prisioneros. Preguntarse cómo llega el ser humano a hacer estas cosas es inevitable.

Por otro lado, olvidándonos de la historia, noto la excitación de estar todavía en los primeros compases del viaje; el autobús local, la llegada a un sitio nuevo, lo diferente que me resulta todo... me gusta, todo este jaleo me gusta. Decidimos cruzar el pueblo andando de norte a sur (2km) para llegar a una calle alargada que va paralela al rio. Sin duda estamos en la zona turista. Las guest housesestán  pegadas al rio, y la mayoría tienen muy buena pinta, con pequeños espacios chill-out para echarse una siesta o leer tranquilamente con vistas al río. Al otro lado de la calle están los bares también de rollo tranquilo con muy buena pinta para tomarse allí una cerveza fría y charlar un rato. Nos instalamos en una guesthouse muy apetecible, (aunque varios días más tarde la cambiaríamos por una más barata) y nos vamos a tomar algo. Ya sabíamos que la belleza de Kanchanaburi no solo estaba en el pueblo y en sus gentes, pero también en la impresionante naturaleza que lo rodea. A día siguiente decidimos ir a ver las cataratas de Iowa. Alquilamos dos scooters y allí vamos.





Alquilar moto es sin duda la mejor forma de moverse por los alrededores. Muy barato, menos de 4€/día por moto, y te da una enorme libertad; paras donde quieras, te desvías por donde quieras y lo mejor es que se evitan los autobuses y grupos turísticos organizados, de los que tristemente Tailandia esta lleno. En moto llegamos al parque nacional de Iowa. Aunque lleno de turistas, merece la pena pasar ahí un día. El recorrido es un pequeño hike hasta arriba de la montaña y por el camino vas dejando atras cataratas, concretamente 7. Todas diferentes, y todas muy chulas. Un bañito por aquí, un saltito por acá, un poco de conversación... Así vamos subiendo hasta llegar al nacimiento de la catarata. Así pasamos el día, y volvemos otra vez hacia nuestro pequeño pueblo. En el camino de vuelta decidimos parar a comer en una "venta de carretera" tailandesa, que no es mas que un par de casas con 4 mesas fuera para sentarse. En seguida vemos que la comunicación no va a a ser fácil, y con más gestos que otra cosa conseguimos que nos pongan un buen plato de comida. Los platos los devoramos en 5 minutos y nos quedamos charlando con ellos un rato. Bueno, charlando o como se quiera llamar. Sin duda la experiencia es genial. Vemos de primera mano como viven esas gentes, como son sus casas y sus negocios. Estamos sentados al lado de ellos, interesados en todo lo que hacen o dicen. Ellos también tienen interés en nosotos, y así discurre un rato la tarde. Después de varios intentos fallidos para que nos enseñen los numeros en Tailandés decidimos poner rumbo a casa. Esa fue la primera muestra que tuvimos de lo bueno y amables que son los tailandeses, por supuesto vendrían más. 
Llegamos a Kanchanaburi y nos vamos a cenar al centro. Una de las cosas que más nos gustan es la facilidad con la que podemos evadir los bares y restaurantes turísticos y adentrarnos en el verdadero Kanchanaburi. Un paseo de 10 minutos y estamos en medio del pueblo sentados en mesas y sillas de plastico, rodeados de Tailandeses y esperando nuestra comida, que viene del puesto de al lado. Todo el mundo come en la calle, y se come a todas horas, por lo que el pequeño pueblo siempre tiene ambiente. Nos tomamos las primeras cervezas en un bar de por ahí y las segundas, terceras, cuartas en nuestra zona. El ambiente viajero es genial, ya sea de una mesa u otra siempre viene alguna historia interesante de no se que país o no se que isla de no se que mundo. Después de un par dervezas las mesas se van agrandando, aqui todo el mundo es bienvenido a unirse a los grupos y compartir experiencias. Y así transcurre la noche, viajeros, historietas y mucha Chang.

Pasamos varios días en Kanchanaburi, visitando los alrededores con nuestra scooter, paseando por el pueblo, descansando. Sin duda el sitio nos ha encantado. Hemos conocido a gente super interesante, nos hemos adentrado de lleno en el mundo del mochilero y sin duda el listón esta alto. Siguiente parada: Ayuttaya.

viernes, 12 de abril de 2013

Bangkok


Después de infinitas horas de avión estamos a punto de aterrizar en Bangkok. Como me suele pasar normalmente, es sólo entonces cuando empiezo a sentir ese gusanillo por la barriga, mezcla de nervios y excitación que ya se ha convertido en viejo conocido, y me gusta. No sé que esperarme de Bangkok, tanto se habla y se escribe sobre esta ciudad que he decidido no esperarme nada, que sea lo que Dios quiera. Aterrizamos. Que empiece el show.

Desde la ventanilla del taxi que nos lleva desde el aeropuerto a la ciudad se ve como Bangkok está rodeada por una nube gigante de contaminación. El aire es espeso y el cielo semi grisaceo, aunque el sol brilla. El taxi nos deja en medio de la zona de mochileros; 3 calles con un mercado casi 24 horas donde se puede comprar casi de todo. Nada mas bajarse uno del taxi se da cuenta que Bangkok es una ciudad para los sentidos. Hay ruido constantemente; del trafico, del pito de los coches, de los mercados, de los tuk tuk (moto-taxi) que te intentan vender de todo, y con de todo quiero decir DE TODO. El olor es también un constante intruso. Los olores te invaden la nariz, unas veces es bueno, otras no tanto, pero siempre huele a algo. Y por supuesto la vista, nada de lo que me rodeaba lo podía  relacionar con algo conocido. Todo era nuevo. Nuevo me gusta.

Llegamos por la mañana, y nada mas dejar las mochilas nos ponemos a funcionar, nos enteramos de que hemos llegado en día festivo, y visitar los templos es gratis. Somos españoles, y nos han dicho gratis. En 20 segundos estamos montados en un tuk-tuk con la intención de ver todos los templos de Bangkok. Curiosa historia la del tuk tuk también. Un policía local que estaba fuera de servicio nos comentó que los tuk tuk que tenían dos banderas detrás eran "oficiales" y que por 40 baths (1€) nos llevaría donde quisiéramos (uno normal podría costar entre 80-150 baths). Después de 3 horas y unos 4 millones de templos según mis cuentas, cogemos rumbo hacia el último templo del día... o para algunos del mes, y al salir resulta que nuestro conductor, al que le habíamos hecho dar mil vueltas y que para colmo le habíamos regateado 10 míseros baths, no aparecía. No había manera de encontrarlo, nos caía bien y no le habíamos pagado. Así que allí estábamos, 4 españoles buscando al conductor de un tuk tuk para pagarle. Si nos ve Rajoy le da un infarto.

Pasamos un par de días por ahí, sin adentrarnos mucho en la gran ciudad. No nos apetecía jaleo y la resaca tampoco nos permitía planear ni hacer muchas cosas de todas formas. Así que sin más, al amanecer del cuarto día nos vamos.

Bangkok es como me esperaba, es decir, nada que me interese demasiado. Una cuidad enorme, donde lo que se ve es el resultado de un desarrollo descontrolado sin importar el cómo ni el por qué y donde cualquiera puede conseguir lo que sea, moral aparte. Aunque la ciudad parece contraria a la mayoría de mis valores, sin duda Bangkok es una ciudad interesante y con mucho que ver, pero para conocerla bien se requiere tiempo y ganas, y nosotros no tenemos ni lo uno ni lo otro.

Cogemos rumbo a Kanchanaburi, un pueblecito pequeño al oeste de Bangkok conocido por su historia, su atmósfera tranquila y la naturaleza preciosa que lo rodea.